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 TRIBUTO A LA VIRGEN
 
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La Virgen Maria:
(Por: Maria del Carmen Camacho)
María fue la persona que Dios eligió para ser la madre de nuestro salvador Jesucristo y madre nuestra. Su historia es un testimonio de fe, de obediencia a Dios y de fortaleza, de generosidad y de perseverancia, pero sobre todo es un testimonio de amor.
Hace más de 2000 años, bajo el dominio del imperio romano, nació en Nazaret una niña a quien sus padres, Ana y Joaquín, le pusieron el nombre de María. Dios le dio la gracia de ser concebida inmaculada y por lo tanto nacer sin pecado alguno, para que un día se encarnara el hijo de Dios Jesús para salvarnos.v
Como toda niña María pasó su niñez entre juegos, sueños, enseñanzas y trabajos de la casa y del campo. Aprendió sobre la Palabra, la oración, el amor a Dios y las leyes divinas. Al cumplir los 16 años se comprometió con un carpintero de nombre José. Un tiempo antes de su boda se le presentó el Arcángel Gabriel anunciándole que concebiría a un niño por medio del Espíritu Santo, a quien le pondría el nombre de Jesús y que sería llamado Hijo de Dios. Dejando que su corazón compusiera la respuesta, María contestó: Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí según su palabra. Por el sí generoso de María se cambió la historia para toda la humanidad, llegaría el Mesías de Dios para cumplir su plan salvador.
En su cuarto mes de embarazo, regresando de visitar a su prima Isabel, María revela a José lo que había hecho el Señor, pensando que podría ser condenada, pues la ley judía no perdonaba un embarazo fuera del matrimonio. Siendo José un hombre creyente y piadoso, aceptó la voluntad de Dios y decidió formar un hogar con ella y con el niño.
Cuando María y José se preparaban para el nacimiento, por mandato de Roma debían trasladarse a la tierra natal de José para un censo de la región. Llegando a Belén solo logran conseguir hospedaje en un establo, un pesebre donde nació Jesús. Los ángeles, los pastores, tres reyes sabios y muchos que se enteraron del acontecimiento fueron a adorar al Niño y a rendir honores a sus padres. Aquí empezaría para María la tarea más bella y de mayor amor, con momentos difíciles y de gran dolor.
María y José huyeron a Egipto para evitar la muerte del Niño, donde permanecieron varios años hasta la muerte de Herodes. Regresaron a Nazaret donde pasarían muchos años. Ella trabajaba en su hogar y en el campo, era una mujer humilde, sencilla, generosa, que se olvidaba de sí misma por los demás; amaba y ayudaba a todos por igual, pero se dedicaba especialmente a enseñarle a Jesús con un gran amor y alegría.
Estuvo presente en la pasión y muerte de Jesús. Estuvo junto a la cruz, llena de dolor pero serena. De ella aprendemos a soportar con paciencia y fortaleza las penas y los dolores de la vida. Se sabe que María apoyó el trabajo de los apóstoles para mostrar al mundo el evangelio. A su muerte Jesús se la llevó en cuerpo y alma hasta la presencia de Dios Padre.
Se le otorgó el título de Madre de Dios y Madre de la Iglesia. En el siglo XVI se extendió la devoción al Santo Rosario como un camino para recordar la vida de Jesús y también para que tengamos presente siempre en nuestro corazón el amor, la obediencia, la fortaleza y la generosidad de la Virgen María, quien es por voluntad de Dios nuestra Madre Intercesora.
La historia de la Virgen María es un testimonio de fe, de obediencia a Dios y de fortaleza, de generosidad y de perseverancia, pero sobre todo es un testimonio de amor.

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La imagen de la Virgen de Copacabana:
(Por: Solvelga Ploskonka)
Desde su llegada a Copacabana la imagen de la Virgen ha inspirado críticas por sus sencillez y poco arte, el rostro ha sido inicialmente llamado feo, pero con el tiempo se lo ha visto cada vez más bello y expresivo por fieles de todos los tiempos. La imagen que todos conocemos sería ya una representación cargada de formalidad luego de una larga tradición de representaciones de la Virgen.
Desde las representaciones narrativas sin afán de ser piezas de devoción en las catacumbas romanas de la iglesia primitiva como la ingenua representación de las catacumbas de Priscila de una madre con un bebé en el regazo hasta las representaciones fuertemente cargadas de contenido teológico del arte bizantino en expansión de los siglos IX y X. La imagen corresponde a la idea ya establecida y legitimada por los concilios II de Nicea y de Éfeso del año 431 que establece la definición de ser María: Madre de Dios, Dei Genitrix, como se la llama en la primera oración mariana conocida, que data del siglo III d. C.
Los colores de su ropaje, que son la pintura original, conservan los mismos tonos aceptados por la tradición y tomados como valiosos símbolos de pureza y cercanía a los seres divinos y no humanos: blanco y oro. La imagen representada de María tiene una expresión de extrema modestia, pesar, preocupación y dulzura, refuerza la imagen teológica que sirve como modelo: la extrema fe y humildad con que ella asume su papel activo y central en la teodicea (historia de la providencia para la salvación de la humanidad).
Las motivaciones para la incorporación de detalles sobre la figura de María son cristológicas, gracias a estas definiciones se define mejor a Jesús. Aceptar que María es madre del Verbo encarnado trae la consecuencia de que Jesús sea completamente Dios y completamente hombre, base de la fe cristiana.
En tiempos de San Agustín no se aceptaba a María en el rito, y es por un proceso de mucha elucubración y de asimilación de la tradición como fuente, por las manifestaciones populares de devoción. Es así que María entra cariñosamente en este mundo teológico primado por los varones, en contra de la franca tradición judía y platónica. La introducción de María en el culto cristiano no fue automática ni inmediata, parte de las discusiones bizantinas condujeron a la teorización y dogmatización de una vida en conflicto, que se refleja en la mirada del personaje de nuestra imagen: María Madre de Dios, perfecta abogada por la deesis, es también presa de la tribulación adelantada por la Anunciación y el encuentro con Simeón en el templo que le anuncia con todas las letras que una espada atravesará su alma por razón de su Hijo, para acomodarse con los más altos fines de la providencia divina.
De acuerdo a los escritores bizantinos, la función de María es la de ser mediadora, y no porque Jesús la necesite en esa función, sino por amor a los hombres, pues algunos de ellos necesitan este peldaño previo antes de acceder a la divinidad. Tal interpretación conduce al ejercicio de hyperdulia, considerada forma natural entre las tres formas de veneración a las personas representadas en las imágenes reservada sólo a María, además de la dulia como reverencia a la excelencia de los santos y padres de la iglesia y la latría reservada como veneración máxima que corresponde sólo a la Santísima Trinidad.
Las características de la imagen
En el llamado bulto de madera de maguey, tallado pintado y pulido, aparece María perfectamente cubierta con el velo, sólo aparecen de su cuerpo las manos y el rostro. La orla dorada del traje aumenta su dignidad. Las manos de delicado trabajo artístico nos hacen pensar en una mujer joven delicada y libre de trabajos anuales, son el ideal en cuanto a la belleza de las manos de mujer. También concentra los ideales de la vida en continuo ejercicio espiritual de contemplación.
La mirada triste de María aumenta el valor de la intercesión posible, ella reconcentrada en el destino salvífico de la vida del Niño Jesús, es en todo momento expresión del sentimiento principal que se quiere inspirar por la obra, modernamente diríamos que se busca generar una experiencia psíquica con la obra de arte pero, verdaderamente, el objetivo es de generar una experiencia espiritual y mística. María aparece muy poco en la Biblia, en momentos claves, pero aislados. Sus diálogos con Jesús son brevísimos y sorprendentemente ambiguos. Muestra gran fuerza emocional, pero además una racionalidad extraordinaria. La belleza de María en su eterna juventud tiene la fuerza del espíritu y de la razón puesta al servicio de éste. No es belleza en sí ni belleza para el observador. He ahí el origen de su universalidad. La belleza de esta imagen está en la profunda humanidad de María, la inocente infantil humanidad de Jesús. Sólo puede inspirar devoción a Dios en ella, y ese será el objetivo del artista que conociendo las reglas de la adecuada, apropiada forma de representar a las imágenes divinas, no busca hacer una pieza de arte por el arte en cuanto creación de formas que produzcan belleza, sino que el artista hace su mejor oficio para representar a alguien que nunca vio, y cuyo retrato original tomado del natural ni siquiera es necesario. La costumbre de vestirla con mantos de forma triangular se inicia en la época de influencia del arte barroco, y ha dado origen a la donación de prendas de vestir escondidas o expuestas, obras que expresan la devoción y el deseo de entregar algo a la divinidad por medio de la vestimenta de la imagen. Los trajes más preciosos están conservados en el museo de la basílica y los mantos se emplean en el ritual de la bendición de los que visitan el templo.
En el llamado bulto de madera de maguey, tallado, pintado y pulido, aparece María perfectamente cubierta con el velo, solo aparecen de su cuerpo las manos y el rostro. La orla dorada del traje aumenta su dignidad…

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Tito Yupanqui y la Virgen de Copacabana:
(Por: Carlos Pastor D.)
El pueblo de Copacabana, situado en una península sobre el lago Titicaca, se ha caracterizado como uno de los centros religiosos más importantes desde el siglo XVI. Ya en la época precolombina las caravanas que se dirigían a las islas del Sol y de la Luna tenían que pernoctar en esta zona lacustre, por lo que su posición estratégica fue central para el Imperio de los Incas, este sitio sagrado estaba consagrado al Sol, luego fue cristianizado durante la Conquista, cuando llegaron los conquistadores en 1534 los gigantes ídolos esculpidos en piedra fueron derribados y sustituidos por cruces de madera o de piedra.
La base de la presentación de Francisco Tito Yupanqui es el relato que él mismo redactó y que llegó a manos del agustino Alfonso Ramos Gavilán, quien lo integró en su obra Historia célebre Santuario de Nuestra Señora de Copacabana, publicada en 1621. Este relato abarca sólo cuatro años de la vida de Francisco Yupanqui, entre 1579 y 1583, en él nos hace conocer los problemas que el autor tuvo en el afán de dar a su pueblo una imagen de la Virgen María.
La vida de los aymaras pobladores de la zona estaba llena de dificultades. Las inclemencias del tiempo azotaban sus tierras, pendiendo sobre ellos el temor del hambre. Los anansayas y urinsayas pobladores de las zonas alta y baja, respectivamente deliberaban sobre la imagen de veneración que podrían escoger como patrona de la cofradía: los primero optaron por una de la Virgen María y los segundos por San Sebastián, al final prevaleció el voto de los anansayas.
El clérigo Bachiller Montoro encargó a Francisco Tito Yupanqui hacer un bulto de la Virgen, que fue colocado en la iglesia al lado del altar donde quedó un año y medio, pero, como dice el mismo Francisco, lo formó tan feo que por las risas que ocasionaba lo quitaron y lo deshicieron.
Francisco viajo a Potosí donde se familiarizó con el arte, después de cierto tiempo se sintió capaz de trabajar con un nuevo bulto. Visitó las diferentes iglesias de la ciudad para encontrar la imagen que podría tomar como ejemplo y modelo. Decidió tallar la imagen de la Virgen de la Candelaria que encontró en la iglesia de Santo Domingo en madera de maguey, el 4 de junio de 1582.
Francisco Tito Yupanqui llegó a La Paz con la imagen y logró que un maestro, que estaba dorando un retablo en la Iglesia de San Francisco, le ayudara con la suya para dorarla. Entretanto, un pariente suyo, el gobernador de los anansayas, don Alonso Viracocha Inca, logró en Chuquisaca el permiso de fundar la cofradía de la Virgen.
Al enterarse los urinsayas que ya se contaba con el permiso se alegraron, pero no aceptaban la imagen de Francisco, pedían una tallada por un artista español. Ante esta situación Francisco y don Alonso decidieron venderla a otro pueblo, la ofrecieron en Guaqui, Calamarca y Achacachi. El corregidor de Omasuyos, don Jerónimo de Marañón a cuya jurisdicción también pertenecía el pueblo de Copacabana se enteró de lo que estaba pasando con respecto a la imagen que había hecho Francisco Tito Yupanqui y dio la orden de que no haga nada con ella, pues ésta había sido hecha para Copacabana. Por su parte, don Diego Churatopa, quien era cabeza y gobernador de los urinsayas y alcalde de los naturales, habiendo visto la imagen decidió organizar por su cuenta el traslado desde La Paz a Copacabana. Aprestó diez indios y en sus andas hizo que pusiesen la santa imagen.
Llegó la comisión a Tiquina donde los urinsayas causaron enfadosa tardanza estorbando el traslado de la imagen a Copacabana. Churatopa, sintiéndose incapaz de romper la oposición de los urinsayas, decidió volver a La Paz.
El corregidor Jerónimo de Marañon, deseoso de asistir personalmente a la entronización de la imagen en la iglesia de Copacabana, llegó a Tiquina y se sorprendió grandemente porque no se había trasladado la imagen al pueblo de su destino. De inmediato fue a Copacabana y ordenó allá alistar andas y mandar un grupo de indios a San Pedro de Tiquina para llevar la imagen. Los indios salieron en la noche del 1 de febrero de 1583 y llegaron a Copacabana poco antes del amanecer del 2 de febrero, fiesta de la Virgen de la Candelaria. Desde el abra que da vista al pueblo, los cargadores de la imagen hicieron alarde y reseña de su alegría, pregonándola aunque con voces confusas, llenas de regocijo. Fueron a su encuentro todos los del pueblo y en solemne procesión llevaron la imagen a la iglesia, donde fue entronizada.
Fernando de Valverde puso poéticamente este gran acontecimiento con la siguiente estrofa de su poema sacro:

Entre pompas en fin del culto sacro
llego a las aras del gran templo
de la reina del mundo el simulacro,
trayendo en su semblante glorias divinas.
Rajándose en relámpagos los cielos,
no sé si de contento, si de celos.
Mas donde tanto fuego azul ardía,
celos hubo, si amor la fiesta hacía.

Tito Yupanqui luego de algunos intentos, talló, la imagen de la Virgen de Copacabana el 4 de junio de 1582 inspirado en la imagen de la Virgen de la Candelaria, de la iglesia de Santo Domingo, Potosí. La imágen de la Virgen que llegó a Copacabana el 2 de febrero de 1583. En solemne procesión llevaron a la Virgen a la iglesia donde la entronizaron.

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Brigada
CALENDARIO DE ACTIVIDADES

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    LA PAZ - BOLIVIA